Y al final, Rafael Correa dejó Ecuador. El 11 de julio, el ex presidente se mudó a Bélgica con su familia, sin estar seguro de si va a regresar a su país o cuándo. Y, frente a la multitud de simpatizantes de Alianza País que fue a despedirlo al aeropuerto, no se olvidó de criticar a su sucesor, Lenin Moreno.
No fue casual. En los escasos dos meses desde que Moreno asumiera el poder, las diferencias entre el ex presidente y el actual no habían hecho más que acrecentarse, y nadie lo ocultaba. En su discurso al dejar el país, Correa habló de “entreguismo” y negó que los cambios implementados por Lenin fueran sólo un cambio de estilo. “No estoy muy seguro si (en las últimas elecciones) venció la Revolución Ciudadana”, sentenció.
En boca de quien fuera el hombre fuerte de Ecuador, y que aún tiene una base de poder muy grande (una mudanza a Europa, y más en la era de las comunicaciones, significa poco) estas declaraciones suenan más bien como una amenaza y un obstáculo para lograr una transición sana y democrática.
La ruptura, por otra parte, es clara. A nadie puede sorprenderle, ya que Moreno, que había sido parte del gobierno de Correa (como vicepresidente de 2007 a 2013) nunca había ocultado sus intenciones de continuar con los aciertos de su antecesor pero bajo su propio estilo y dirección y, sobre todo, atendiendo a los graves problemas económicos que su país viene enfrentando.
Los sondeos le dan la razón. Para más de la mitad de los ecuatorianos, los problemas internos de AP no son una preocupación, pero sí, en cambio, lo es la economía: para un 28%, el principal problema es el desempleo, mientras que un 27% nombra la carestía de vida y las dificultades económicas, y un 12% a la corrupción (1).
Para hacer un gobierno propio, y que no fuera sólo un continuismo servil de Correa, la primera tarea de Lenin era sincerar esta realidad. Lo hizo con un informe, presentado el 28 de julio, que definió la situación económica como “crítica”, y determinó que se necesitarán 8000 millones de dólares anuales para amortizar la deuda que se heredó del gobierno anterior.
Correa, como es lógico, salió a responder por Twitter, uno de sus medios favoritos. Calificó la actuación de su sucesor de “triste”, aunque más bien se adivina la sorpresa por haber sido puesto en evidencia. Tal vez su estadía en Bélgica deba durar más de lo que había planeado.
Las mismas encuestas revelan que las expectativas acerca de la gestión de Lenin son altas en la población. La gran mayoría (78%) creen que la atención a discapacitados y personas vulnerables será eficiente; es lógico, pues se trata de un área en la que el presidente cuenta muchos años de experiencia y logros. Muchos esperan también una buena actuación en las áreas de educación (68%), salud (67%), infraestructura (64%) y vivienda (59%)
Asimismo, un 66% espera que el nuevo gobierno haga un buen papel al promover la libertad de expresión. Se trata, quizás, del indicador que más debería tener en mente Lenin Moreno, pues la gestión de Correa se caracterizó por una relación tensa con los medios de comunicación y varios traspiés con respecto a la libertad de expresión. En cuanto a la economía, el optimismo decae: sólo un 41% espera que se creen pequeñas empresas, y un 34% cree que aumentará el empleo.
Se trata, como podemos ver, de un momento extremadamente delicado, pero también de una oportunidad para impulsar grandes cambios, pues cerca de un 70% de los ecuatorianos aprueban la gestión de Moreno. El lamentable escenario de las luchas políticas en el interior de AP, por desgracia, no puede ser dejado de lado.
Pero en última instancia, la gestión vence a la política. Lenin debe confiar en su entorno cercano y en sus seguidores leales –el círculo al que me gusta llamar La Rocafuerte- para llevar a cabo esta pulseada y neutralizar los embates de Correa. Pero sobre todo, hacer un papel responsable al resolver los problemas económicos, será lo que lo reivindique frente a su antecesor.
Si Lenin logra crear empleos, disminuir el gasto y eliminar la corrupción, la gente terminará por olvidarse del ex presidente, sin importar los tuits escandalosos que lance desde el otro lado del océano, o los palos que intente poner en la rueda al nuevo gobierno. Quizás a Correa le esperen muchos años de comer waffles y papas fritas.
(1) Los datos estadísticos provienen del ESTUDIO MENSUAL DE OPINIÓN “CEDATOS” WIN GALLUP International, realizado del 1 al 15 de julio en 16 ciudades ecuatorianas (Sierra, Costa y Amazonía), tomado en una muestra de 2120 hombres y mujeres de 16 años o más. Nivel de confianza: 95%; margen de error, +/- 3,4% para estimaciones nacionales.