Quito tiene varias características que la hacen una ciudad patrimonial, orgullo de todos los ecuatorianos, pero si algo le otorga su esencia es su gente, que en las últimas cinco décadas la han convertido en una ciudad cosmopolita.
La innegable belleza colonial de la urbe fue la que en el siglo pasado atrajo a los foráneos y configuró una ciudad cosmopolita. Según las cifras de Cedatos en 1950, solo el 30% de los habitantes era nacido en Quito, pero en la actualidad el 65% es quiteño de nacimiento, lo que, según Polibio Córdova, presidente de Cedatos, es una de sus particularidades. “Es una ciudad que atrae, viene a Quito y se queda, pero no solo a usufructuar, sino a trabajar y a prosperar, se hace quiteño y hace de Quito su ciudad”, acotó.
Es el caso de Nicolás, quien llegó de Chimborazo y lleva 50 años empujando su carretilla con la que vende ponche, dice sentirse más quiteño que muchos.
Esos ecuatorianos que llegaron a Quito lo hicieron, en su mayoría, para estudiar. Todos querían entrar al colegio Mejía, al Montúfar, al Juan Montalvo o al San Gabriel; y las mujeres al 24 de Mayo, Manuela Cañizares y Sagrados Corazones de Rumipamba, pero siempre hubo otro atractivo. “Gran parte de la población responde a la universidad Central, que ha sido el núcleo principal de la formación educativa del país”, añadió Córdova.
El crecimiento de la urbe es indetenible. Para el año 2020, Quito será la primera ciudad en población con 2’782.000 habitantes, superando a Guayaquil que tendría 2’720.000, eso pone un reto a los quiteños. “Debemos ser más cordiales, más amables y respetar a las personas mayores porque eso se está perdiendo, las buenas costumbres de antes”, enfatizó el líder de Cedatos.
La población de Quito es la más joven del Ecuador, con un promedio de 25,2 años, quienes mantienen las tradiciones.
Según las encuenstas, las personas de más de 45 años consideran a varias edificaciones del centro de la ciudad como parte de su identidad, pero si hay una a la que niños, jóvenes y adultos consideran un ícono de la ciudad es el estadio Olímpico Atahualpa.
Así como el Quito de antaño, que brindó acogida a ciudadanos de todo el país, el del futuro se abre con nuevas posibilidades y, sin duda, seguirá siendo un atractivo cuidado por los propios y admirado por los foráneos
