Análisis & Opinión / María Cristina Capelo
Los latinoamericanos no somos flojos, sino todo lo contrario. De hecho, en América Latina trabajamos mucho más que en países como Alemania o Estados Unidos. El más reciente estudio de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), “Panoramas de la Sociedad”, lo confirma. Sin embargo, a pesar de todo nuestro esfuerzo, no ganamos los mismos sueldos, ni tenemos un nivel de vida parecido a los europeos o a los estadounidenses. Ni siquiera cerca. ¿Explotación? No. Simplemente, aprovechamos mal todo ese tiempo que invertimos en el trabajo.
Productividad es hacer más con lo mismo o lo mismo con menos. Sencillamente, ser productivo es “hacerlo mejor”. El crecimiento de la productividad es el indicador individual más importante sobre la salud de las economías -impacta los ingresos reales, la competitividad, la inflación, las tasas de interés, las ganancias de las empresas y los precios de las acciones en la bolsa.
Hace 20 años, un país como Corea del Sur o como Irlanda se parecía (en su nivel de desarrollo) a un país como México. Hoy en día, ambos nos llevan la delantera, y por mucho. En el estudio “Hacerlo mejor: Índice de Productividad México”, que presentó la semana pasada Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C. (Cidac), las cifras son contundentes: mientras que México creció su productividad en 2,1% en dos décadas, Irlanda la aumentó en 64% y Corea del Sur en 83%.
¿El resultado de no apostarle a la productividad? Seguimos sin poder resolver problemas como la pobreza, el desempleo, y la desigualdad. Ya el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) había apuntado a estos problemas en su informe "La era de la productividad, cómo transformar las economías desde sus cimientos", presentado en 2010.
Cuatro informes, cuatro instituciones, mismas conclusiones.
¿Qué más nos hace falta saber?
Si de cifras se trata, México está en una situación espeluznante. Por ejemplo, ¿qué si les dijera que México no ha vuelto a alcanzar los niveles de productividad laboral que tenía en los años 80? ¡Son 30 años de no hacer las cosas mejor! ¿O que el sector servicios en América Latina creció su productividad en apenas 0,1% entre 1990 y 2005 -aunque en ese sector se empleen 60% de los trabajadores de la región-, mientras que en Asia creció al 2,5%? Es decir, 20 veces más rápido.
O bien, ¿saben qué implica que un trabajador estadounidense sea 3 veces más productivo que un trabajador mexicano? Nada más y nada menos que gane 4 veces más. Si midiéramos la productividad por trabajador, podríamos decir que para producir lo mismo que un irlandés hacen falta cinco mexicanos, cuatro para producir lo mismo que un australiano y tres para lograr hacer lo mismo que un español. No me imagino que sean muy diferentes las cifras para el resto de los países latinoamericanos.
¿Hay salida? Ante estos números, la pregunta es si hemos hecho algo bien. La respuesta es sí, pero todavía nos falta mucho. Por ejemplo, al menos en México, el sector exportador -que incluye básicamente la industria manufacturera (autos, autopartes, electrónicos, etc.)- es más productivo que los demás sectores. De hecho, sin el crecimiento de la productividad en estos rubros, México tendría hoy tasas de crecimiento de la productividad negativas. Sin embargo, este ejemplo contrasta con la rígida estructura de la economía mexicana.
El sector exportador en México no puede continuar creciendo su productividad a tasas aceleradas, ni sus ganancias tener efectos positivos en otras áreas de la economía, si no se eliminan barreras de entrada en sectores de insumos clave -como las gasolinas, las telecomunicaciones y el transporte-. Tampoco podrá expandirse si sus potenciales proveedores no pueden pasar de microempresas a empresas chicas o medianas, utilizando mejores procesos e innovando.
Países como Estados Unidos, Irlanda y Corea del Sur le apostaron a crear las condiciones para que los individuos y las empresas aprovecharan mejor el tiempo que invertían en su trabajo diario. Las acciones varían y será objeto de próximos artículos explorarlas.
El primer paso para América Latina es reconocer la importancia de apostarle a la productividad. Estudios como los de Cidac y el BID dan una primera muestra de cómo se ven los países y estados más productivos y qué casos de éxito se pueden comenzar a explorar para identificar precisamente esas acciones individuales, empresariales y de gobierno que nos llevarán a ser más productivos; es decir, a hacerlo mejor.
Datos de la articulista
Es integrante de CIDAC y coordina la Red Mexicana de Competencia y Regulación, participando en proyectos de investigación en temas de productividad, pymes, evaluación de proyectos gubernamentales y energía. Colaboró en el análisis de impacto de la inversión extranjera en América Latina con la Comisión de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (CNUD).
Es egresada de la Maestría en Política Pública de la Universidad de Duke y es licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad de Washington.